miércoles, 8 de diciembre de 2010

SUEÑOS DE FUGA




“Es medianoche… estoy famélica, no he comido ni una migajita de pan, tengo frío, mi trasero está adolorido de tanto rebotar en el caballo y estamos en medio del bosque oscuro y tenebroso… pero estoy FELIZ!!!!

Mi amado acudió a mi rescate y luego de una, digamos, muy adolorida huida, estamos juntitos, él, yo y Cuchulito… no es fantástico??

¿Qué? ¿No les conté como llegamos aquí?... Bueno, cómo son!! No dejan que me regodee viendo a mi amado pasar las de Caín para encender la hoguera, al parecer no fue un niño explorador en sus años mozos… me imagino lo que diría la guerrera de las habilidades campísticas de mi Príncipe…

Aún no se cómo Adalberto “El infame Enano Maldito”, descubrió mis planes de fuga, pero no quepa la menor duda, ¡el momento de mi venganza llegará!!!!! Total, todo buen culebrón romántico que se respete, tiene a un vil villano que le hace la vida a cuadritos a la delicada y candorosa doncella… o sea a míiiii.

En el capítulo anterior, me encontraba a mitad de mi descenso de la torre. Estaba segura que Cuchulito y yo lograríamos escapar, pero de pronto nuestra precaria soga (hecha del más fino algodón egipcio, así que precaria pero no barata… ante todo el estilo nenas!!), como decía… de pronto nuestra precaria soga se desprendió de su asidero y caímos al vacío. Como por mis venas no corre ni una mísera gota de sangre felina y tampoco soy pariente de Gatúbela, estaba segura que luego de estrellarme contra el pedregoso y cada vez más cercano suelo, tendrían que recoger mis huesitos fracturados y armarlos como rompecabezas 3D para poder hacer una identificación al mejor estilo de CSI (en lo personal me gusta más Las Vegas que Miami).

Mi sorpresa y alegría no fueron pocas al ver que habíamos sobrevivido a la aparatosa caída y que no yacía sobre el duro suelo, sino sobre mi adorado y en ese momento desmayado Príncipe.

Al parecer, mi amado salvador de algún modo logró enterarse de mis planes de huida, y fue a mi encuentro. Al percatarse del peligro que corría se precipitó velozmente y con los brazos extendidos para detener mi caída. La verdad sea dicha, no fueron precisamente sus brazos los que amortiguaron mi caída, pero no negarán que suena más romántico y emocionante que decir que le caí encima cual fardo de arroz de 50 kilos (kilitos más, kilitos menos, ¿quién los cuenta?), eso sin contar el morral con Cuchulito y la bacinilla de hierro que el enano maldito nos arrojó (Juro que me las pagas lagartija endemoniada!!!!).

El porrazo lo dejó fuera de combate y yo preocupada por su bienestar comencé a tocarlo ávidamente por todos lados… (¡No sean mal pensadas!! Que no estaba aprovechándome, sólo quería asegurarme que no había sufrido algún otro daño aparte de los 3 chichones que comenzaban a notarse en su bella cabecita).

Luego de mi concienzudo y extenso reconocimiento físico, pude comprobar que ese cuerpo de un metro ochenta y ocho centímetros de músculos firmes y bien desarrollados no había sufrido otras heridas y contusiones aparte de las que ya adornaban sus principescas sienes (¡Ay, Barbara Cartland! Qué difícil es seguir tus amados pasos…especialmente luego de leer a Tielle St.Clare… Smantha Kane… Carol Lynne…)


De pronto, de su adorable y muy apetitosa boca se escuchó un entrecortado murmullo, no sé si su falta de aliento se debía al impacto de mi caída o a que mi cuerpo de Sílfide (ya les advertí que como autora me tomaría algunas licencias literarias) estaba presionando ciertas partes (¡muy interesantes!) de su derrumbada anatomía.

Un débil “No te preocupes, mi bella, ya sé como salir de ésta” surgió de esos labios que una vez se adueñaron de los míos. Haciendo a un lado las luju… digo, las románticas evocaciones, esas palabras hubieran resultado tranquilizadoras de no haber sido dichas entre resuellos y débiles gestos. Al parecer el trauma encéfalo craneano sufrido a raíz de haberle caído encima, mantendría aturdido por un tiempito más a mi adorado tormento.

Obviamente, ver a mi amado en ese estado de total aturdimiento hizo que me preocupara sobremanera, pero también el contemplarlo indefenso, aturdido y totalmente a mi merced… ¡Alto! Se supone que soy pura… hum… casta… humm… y virginal… ¿ya les hablé de las licencias autorales, no?


Regresando a la cruda realidad de nuestra precaria situación, lo cierto era que mi “silenciosa” caída había despertado a medio castillo y ya se escuchaban los gritos desaforados de los guardias. Así que ahí estaba yo, con mi amado salvador a mis pies y fuera de combate, era imposible que lo cargara en mis hombros y huyera hasta perderme en el horizonte. Si fuera como la guerrera, la reencarnación de Hipólita la Reina de las Amazonas, lo haría con una sola mano y con la otra acabaría con medio regimiento espartano, pero cuando una es un modelo compacto y de bolsillo como su servidora (¿les dije que con las justas llego al metro y medio de altura?), el llevar el morral con Chuchulito dentro, es ya toda una hazaña.

Cuando pensaba que todo estaba perdido y que pronto seríamos apresados, mi héroe despertó de su letargo y tomando mi mano echó a correr hacia los árboles en donde esperaba su caballo. Partimos a galope tendido, alejándonos lo más posible del castillo y de los guardias que no tardarían en salir en mi búsqueda.

Galopamos silenciosos durante lo que parecieron horas. Para agregar un toque romántico a nuestra huida a la luz de la luna, podría decir que nuestro prolongado silencio se debía a mi natural timidez por encontrarme en brazos de quien me robó el corazón; pero para ser totalmente sincera, cuando intenté decir algo casi muero atragantado por un bicho kamikaze, así que, siguiendo los consejos de mi querida abuelita, mantuve mi boca bien cerradita.

Además, el Príncipe tampoco dijo esta boca es mía. Esta bien, OK, debo concederle que si fuera yo quien tuviera que sujetar a una doncella que da botes cual balón playero, esquivar (inútilmente) los mordiscos de un hambriento cachorro que al parecer confundía su principesca orejita con una galleta “Dog Chow”, todo mientras intenta evitar que el caballo se estrelle contra un árbol, tampoco tendría muchas ganas de recitar poemas y madrigales a mi amada.

Hacía ya mucho que no sentía mis reales posaderas cuando el caballo se detuvo en un pequeño claro en el bosque oscuro y tenebroso…
“Será menester descansar antes de proseguir nuestro camino…”

Escuché decir a mi Príncipe mientras me ayudaba a bajar del caballo. Debo decir que sentir sus manos rodeando mi cintura hizo que mi corazón latiera como una locomotora descarrilada… upss perdón, siglo equivocado, mejor lo dejamos en “carreta desbocada”… humm, sip, eso está más acorde con estos tiempos dizque medievales.

Mi cuerpo temblaba por la cercanía de su cuerpo y sobre todo por el calor de su mirada. Cuando estaba segura de que pronto bebería las mieles de sus labios, una ronca y amenazante voz gritó:

“¡Alto mozalbete! Será mejor que me entreguéis la bolsa, el caballo y la moza… humm tal vez no en ese orden pero seguro que disfrutaremos de las tres!
Un coro de ruidosas y más que vulgares risotadas se escucharon. Estábamos rodeados por una banda de malhechores armados hasta los dientes.

¡¿Es posible tener tan mala suerte?!!!!

Y a mí que ya se me terminó la lista de santitos a quienes encomendarme…