viernes, 18 de junio de 2010

Las Recetas de la Mazmorra

Hoy: In vino veritas...Poción de amor para princesas resfriadas.





Ha llegado a mis oídos que Aquella por la que no duermo, y si duermo no descanso, agitado por sueños de pasión y por el recuerdo de su cuerpo en mis brazos, de su perfume de primavera embrujada, de la calidez de sus pechos apretándose contra el mío, Aquella por la que paso insomne la noche, invadido por el deseo de ser envuelto por sus piernas, por habitar entre sus muslos.... ay, parece que me fui por sendas peligrosas... decía que se rumorea que mi angelical Princesa ha caído víctima de un resfrío.

Ahh, ni mis fuertes brazos, ni mi coraje, ni mi inquebrantable confianza en que algún día estaremos juntos, pueden hacer nada contra esa horda de enemigos pequeños y miserables, que han invadido su sangre -que era mía-, han enturbiado su mente -en la que anhelo vivir- y han hecho presa de su cuerpo -que anhelo desnu... ejem, eso ya lo dije en el primer párrafo, creo que ya todos sospechan lo que pretendo de ese cuerpo sublime-. También dicen por ahí que los malvados bichos la han dejado lacrimosa y de nariz hinchada, pero eso son detalles poco románticos que no vienen al caso ni empañan un ápice su belleza ideal.

En medio de la negra desesperación de saber que mi amada sufre lejos de mi consuelo, ha venido a iluminarme una idea salvadora. Prepararé para ella un brebaje infalible, un elixir de cálido misterio que si no la cura, al menos hará correr por su cuerpo el arrollador vino de mi pasión; entraré como fuego líquido por sus venas, así como ella ha incendiado mi corazón de inextinguible amor.

Naturalmente he conseguido varios cómplices para llevar a cabo esta hazaña de alquimia gastronómica, si no era fácil llegar a mi dama estando sana, ahora es virtualmente imposible siquiera rondar los cimientos de su torre almenada. Precisamente aquí llega Lady Gina de su incursión al más recóndito rincón de las bodegas del castillo, y veo que ha salido exitosa de la empresa, pues trae bajo el brazo un tonelillo del mejor vino de la condesa viuda, feroz dragón medieval que custodia a mi Princesa. Si en alguien puedo confiar para conseguir una bebida digna de mi amada es en lady Gina, de quien dicen que es capaz de distinguir un Cabernet Sauvignon de un Pinot Noir por el aroma de su sombra a través de un vitraux. También hay malas lenguas que dicen que tal experta sapiencia la ha logrado a fuerza de beber como un cosaco muerto de sed en todas y cada una de las tabernas de las islas, pero yo nunca he sido muy dado a creer las habladurías de las gentes desocupadas.

Bien, milady, si me hace usted el favor, vamos a verter más o menos un cuartillo de buen vino tinto en un cazo que pueda ir al fuego... no sea avara, Lady Gina, un chorrito más. Después se puede llevar el sobrante a sus aposentos, si quiere. Dije después, milady, vuelva aquí. Esta cantidad rendirá lo bastante para colmar dos buenos jarros de elixir, ración más que suficiente para levantar el ánimo alicaído (no sé por qué viene a mi mente una maceta con... ¿serán geranios? No, parece que es un malvón... la mente hace cosas extrañas) de mi Princesa.


Ahora endulzaremos la bebida con dos cucharadas soperas de azúcar, hay quien prefiere un sabor menos dulce pero algo me dice que a mi dama ya le sobran amarguras. Quiero crear para ella un deleite que llene su boca de miel, derrita su corazón y predisponga su cuerpo para la aventura de mezclarse con el mío.

He encontrado en la despensa valiosos tesoros venidos de lejanas tierras. Especias de aroma exótico y penetrante, y manzanas de oro del jardín de las Hespérides regalarán su perfume a esta bebida, elixir nacido desde lo más oscuro de mi pasión y no obstante redimido por el bautismo leve de la ilusión.


Echaremos algunos clavos de olor... ¿cuántos, exactamente?, se pregunta lady Julieta la Milagrosa, siempre en busca de precisión académica. Bien, milady, un número mayor a la Santísima Trinidad, y menor que el poderoso siete, impar como la candidez nívea del vientre de mi amada, amigo de Fibonacci, y primo para su mayor singularidad. Ahh, le parece difícil.... mi estimada lady, aquí estamos haciendo una poción de amor, no un guisito criollo a base de costales de papas y otras verduras. En estas cosas es importante el simbolismo, es lo que diferencia un talismán con poderes mágicos de un vino recalentado con fruta.

Sigamos. Cortaremos en rebanadas... usted mejor no use el cuchillo, lady Gina, en el brillo de sus ojos negros distingo que ha tomado a su cargo el control de calidad de la bebida y como reza claramente al costado del tonelito, no es recomendable usar maquinaria de asedio ni objetos cortantes en estos casos. En fin... estamos cortos de amigos, Andrés, no es momento para fijarnos en detalles nimios. Decía que cortaremos en rebanadas una linda naranja, con piel y todo, retiraremos las semillas que serían fuente de indeseable amargura, y la agregaremos al vino.

Ahora irá todo junto al fuego, donde dejaremos que se caliente y luego hierva con alegre borboteo durante dos o tres minutos. No mucho más, o el vino perderá su espíritu juguetón y la poción su comprobada eficiencia.

Ahora, lady Yadi, la de la hermosa sonrisa, y lady Yura, la de la radiante cabellera, se encargarán de verter el caliente brebaje en un tazón de delicada porcelana, y lo llevarán con sigilo y premura hasta la habitación más alta de la torre, allí donde yace recluida la resfriada princesa.

Ella sabrá leer en sus delicados vahos mi mejor esperanza, saboreará en cada sorbo caliente el ardor de mi desesperada pasión, y acunará entre sus manos la tibieza de la taza con la misma ternura conque sostiene el corazón enamorado que una vez le ofrecí.